lunes, 11 de marzo de 2013

Inmigración europea

Durante los ultimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX llegaron a la Argentina, más de 4 millones de inmigrantes provenientes de diversas partes del mundo. El siguiente poema de Juan Gelman nos habla de este momento histórico, leelo con atención.


Un viejo asunto 

Fue a principios de siglo. 
La ciudad 
se ponía los pantalones largos, 
iba en landó, calzaba vías férreas, 
ascendía hasta el cielo con ventanas. 

Era el imperio de los estancieros 
recién vendido a la Inglaterra, era 
la reyecía de los Apellidos, 
el país dividido en cinco feudos 
donde engordaba el animal y pedro 
valía menos que un cuero de vaca.

El río entonces una madrugada 
fue despertado por extrañas voces, 
palabras dulces o ásperos sonidos, 
el aire anduvo averiguando qué 
demonios sucedía, qué lenguaje 
lo trizaba en cristales asombrados, 
mientas los inmigrantes descendían 
con pantalones castigados, los 
bolsillos llenos de nostalgia y unos 
sueños, los pocos permitidos por 
la Compañía de Navegación. 

Aquí vinieron italianos, turcos, 
árabes, rusos, búlgaros, judíos, 
eslovacos, polacos, españoles, 
con los dedos del hambre en la mejilla, 
con la lágrima seca en el pómulo, 
con las espaldas hartas del fusil, 
del knut, del palo de la policía, 

aquí vinieron, construyeron casas, 
relojes, sillas, lápices, pañales, 
empuñaron la reja, hicieron 
llover del suelo gotas congeladas 
de trigo o de maíz, aquí vinieron 
y edificaron días, esperanzas, 
árboles, hijos, pájaros, canciones, 
aquí empezó a dolerles el huesito, 
mientras el amo alcorta o anchorena 
mantenía queridas en París, 
vendía el país por unas esterlinas, 
paseaba sus polainas por Europa. 
  
Aquí vinieron, sí, los gringos, los
 extranjis, aprendieron a besar
 el mate largamente, a conversar
 el porteño mezclado, en guaraní,
 dieron sus brazos para el  frigorífico,
 para las  fábricas y se encontraron
 cara a cara con los viejos fantasmas,
 les azuzaron sus hermanos criollos
 (les decían “los gringos les roban el trabajo”)
 Les persiguieron la majilla y como
 muchos de ellos venían de la pólvora,
 del aire en  armas de las barricadas
 populares y muchos descendían,
 por parte del dolor, de la pelea,
 los amos le dictaron una ley:

“Queda prohibido para el extranjero,
 jornalero, albañil, bracero o pobre,
 pedir aumento de salario, unirse
 luchar por su camisa, el delantal,
 la cuchara , el repollo, los manteles.
 Tiene permiso para sufrir hambre,
 golpes y lágrimas, humillaciones,
 como los chinos de esta sucia tierra.
 Puede olvidarse de a poco que es un hombre,
 y si lo recordase, hereje, bárbaro,
 archívese, publíquese y devuélvase
 encadenado a su lugar de origen”.

Esta es la ley, célebre por su número
 odiado, maldecido, esta es la ley
4144.

Clavada está en el medio de mi pueblo.
Todavía golpea en lo más puro.

                                 Juan Gelman

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